El 23 de marzo de 2004 se cumplen diez años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la presidencia de la República. Héctor Aguilar Camín ha vuelto a contar esa historia en una novela coral de título “barroco pero exacto”: La tragedia de Colosio (según el testimonio de sus propios actores, tal como puede hallarse en los ordenados infiernos de la fiscalía especial del homicidio). Ofrecemos parte del prefacio y dos pasajes de esta insólita “novela sin ficción”, relato apasionante, catarsis de la memoria, presidida por el epígrafe de Max Weber: “Desde el fondo del poder nos mira siempre la solemnidad de la muerte”.
Prefacio
La historia es simple y terrible. Induce a pensar que así como puede imaginarse la banalidad del mal, es imaginable también la gratuidad de la tragedia. Esta es la historia: El 28 de noviembre de 1993 hay un destape triunfal del entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, en favor del entonces secretario de Desarrollo Social, Luis Donaldo Colosio. Como es tradicional en los destapes políticos mexicanos, ese 28 de noviembre, por decisión personal del presidente, uno de los miembros de su gabinete se convierte en candidato presidencial del PRI, seguro próximo presidente de México. Son los usos y costumbres de la época.
Un contendiente de la sucesión, Manuel Camacho Solís, jefe de! Distrito Federal, no obedece el rito de acudir a saludar públicamente a su adversario triunfador. El presidente Salinas lo destituye de su condición de regente de la capital de la República, clave en las elecciones que vendrán, pero lo invita a ser secretario de Relaciones Exteriores. Camacho Solís acepta.
El 1 de enero de 1994 estalla la rebelión chiapaneca. Se crea una situación única. Carracho Solís se ofrece como mediador en el conflicto. Convence al presidente Salinas de nombrarlo comisionado de la paz en Chiapas, y de no pagarle un sueldo, para tener credibilidad ante los alzados como un negociador no dependiente del gobierno.